La práctica del fútbol supone una gran oportunidad para desarrollar lazos
afectivos y permite potenciar en el niño el desarrollo de otros puntos de
vista “ponerse en el lugar del otro” que es una habilidad difícil de
desarrollar en otras esferas.
Las consecuencias positivas de la participación en el fútbol base tienen
más que ver con la calidad de las relaciones sociales que se producen en el
contexto deportivo que con la competición en sí misma.
Pero también puede ser des-educativo generando en los niños imágenes
distorsionadas del deporte y el ejercicio, hasta llegar a incorporar conceptos
de sí mismos como personas incapaces para la práctica deportiva, valoración
que podría hacerse extensiva a otras esferas de la vida.
El trabajo en equipo se basa en 3 elementos:
Confianza, Cooperación y Compromiso
Para conseguir estos objetivos cada elemento del triángulo deportivo:
Jugador-Entrenador y Padres deben estará alineados con los deseos de los
niños: Jugar para divertirse.
Por otro lado se entiende que el objetivo del deporte es: EDUCAR y el objetivo
de los padres y madres es Educar, entonces ¿dónde radica la diferencia? Son
roles distintos el de entrenador y el de los padres y madres.
El rol del entrenador es Educar a través del movimiento para potenciar
destrezas psicomotrices y en la dinámica de grupo potenciar valores de
lealtad, compañerismo, justicia, valor, esfuerzo, entre otros. Además de
enseñar una serie de bases motrices que un niño de la categoría benjamín
todavía necesita ajustar: salto, carrera, lanzamiento y tiro.
Por otro lado, el rol de los padres y madres en el fútbol base se entiende
como Educadores a través del comportamiento.
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